¿Cuál de estos personajes tendrá más éxito en alcanzar al estudiante universitario no creyente? ¿El líder de jóvenes? ¿El hermano que recoge las ofrendas? ¿La hermana del grupo de señoras? ¿El director de la alabanza? ¿El pastor? Para algunos, parecerían preguntas estúpidas. Para mí, preguntas necesarias.
Christian Maureira
He dedicado los últimos diez años de mi vida a compartir mi fe en la universidad, y una de las cuestiones insólitas con las que me he visto enfrentado, es ver como muchos estudiantes universitarios cristianos no están haciendo absolutamente nada por alcanzar a sus compañeros de universidad. Los argumentos son inverosímiles, y van desde la falta de tiempo, el realizarse en la profesión, tener las prioridades correctas, las muchas responsabilidades en la iglesia, los compromisos familiares, hasta incluso, el temor al que dirán los compañeros y la falta de convicciones de la fe cristiana que dicen profesar ¡Si entendieran el valor y la influencia de lo que significa ser estudiante universitario cristiano!. Hace algunos años atrás, mientras trabajaba arduamente en el desarrollo de un grupo universitario cristiano en la unidad de humanidades de una universidad mexicana, fui citado por el Director de la facultad de sociología en la cual estudiaba. ¿La razón? Las incomodidades causadas por mi persona y los estudiantes de nuestra organización a directivos y grupos que no comulgaban con el cristianismo. ¿La petición? Que por favor no hiciéramos más ruido, y en la medida de nuestras posibilidades, omitiéramos todo tipo “¿De qué quieren que hablemos hoy?”. Cómo dando a entender que en ese momento, y por únicade manifestación privada o pública de nuestra fe. ¿Mi respuesta? “Señor, creo que usted no tiene la atribución para prohibirme hablar de mi fe. Dios es dueño de mi conciencia y mientras estudie en esta facultad continuaré, y continuaremos, hablando de Jesucristo”.
Luego del tenso diálogo, pude apreciar por primera vez, como su existencia se hundía en su gran asiento de director, y como su rostro se transformaba intentando comprender la situación. Ahora la conversación era de persona a persona. Y di en el centro. Argumenté, sin querer, un derecho humano de creer; y un derecho social de libre expresión. Por lo que allí, se diluía toda jerarquía. En realidad, estábamos en igualdad de condiciones. Fue en aquel instante donde entendí, nuevamente, la importancia de ser estudiante universitario cristiano. ¡Si entendiéramos el valor y la influencia de lo que esto realmente significa!. En otra oportunidad el maestro de fenomenología (teoría que trata de los fenómenos, y la razón por la cuál existen cafés para viejos, jóvenes y profesionales) en un acto absolutamente irregular, y una vez en cuatro años, preguntó: vez, estaba absolutamente abierto a dialogar sobre cualquier tema que se pusiera sobre la mesa. Pensé inmediatamente: “Ésta es una gran oportunidad para presentar mi fe”. Obviamente, y gracias a mis convicciones de lo que significa el encuentro, la conversión y la transformación de Jesucristo, dije espontáneamente: “¡Hablemos de Dios!”-. “¿De Dios?”-, preguntó el maestro (tema difícil para quienes estudian Ciencias Sociales). Al paso de unos segundos y sin haber nadie que rebatiera mi propuesta, el profesor asintió: “Hablemos de Dios”. A fin de ponernos cómodos, salimos del salón con nuestros asientos hacia una zona de pasto, e hicimos un círculo donde interactuamos unos catorce “feligreses” y el maestro aspirante a Doctor. Sin duda, un día inolvidable. Aquella mañana tuve el privilegio de compartir mi fe, en una conversación de aproximadamente una hora y cuarto. Debo ser honesto, ninguno vino a Cristo en ese momento, pero indudablemente Dios fue el centro de nuestra tertulia. ¡Si entendiéramos el valor y la influencia de lo que significa ser estudiante universitario cristiano!. Situaciones complejas fueron las que viví con mi profesora de filosofía, cuando insistí en lo razonable que era pensar en los valores absolutos: como en la existencia de un Dios que está sobre la materia, pero al mismo tiempo, involucrado sobrenaturalmente en la existencia humana. O cómo olvidar la discusión con la maestra francesa de antropología, que ironizaba cada vez que se mencionaba algo relacionado al cristianismo. O mi replica al profesor de política, que citaba pasajes distorsionados de la Biblia sin siquiera haberla leído. ¡Qué tiempos! ¡Qué oportunidades de ser luz! ¡Qué privilegio tan maravilloso! ¡Si entendiéramos el valor y la influencia de lo que significa ser estudiante universitario cristiano!. Es evidente que la oportunidad de ser estudiante universitario cristiano, tendrá el valor que cada uno de nosotros le demos. Y las opciones son claras: Indiferencia, clandestinidad o conciencia cristiana. Nuestra elección es una de las tres. La indiferencia se expresará en una falta de compromiso con el mismo Señor Jesucristo, su mandato y su amor incondicional. La clandestinidad buscará eludir cualquier tipo de responsabilidad que vaya más allá de los deseos personales, expresada en una procesión que desperdiciará en silencio y anonimato, los preciosos años de universidad. Y finalmente, la conciencia cristiana que a mi entender es el camino al que cualquier estudiante (preocupado por aprender), universitario (amante e influyente en las ciencias y el saber) y cristiano (seguidor y embajador del Rey) anhelará seguir. ¡Sin duda, hay valor e influencia en quien decide ser verdaderamente estudiante universitario cristiano!.